sábado, 2 de septiembre de 2017

¿Por qué no tienes una “Depresión post-vacacional”?


Buenos días,

¿Qué tal hemos empezado el mes de septiembre?

Probablemente, tanto ayer como en los próximos días, las conversaciones con nuestros y nuestras compañeras, familiares y amistades, pueden comenzar preguntando por la vuelta de las vacaciones, para quienes las hayan tenido, y las referencias a la denominada “depresión post-vacacional”. Éste es el tema al que vamos a dedicar este breve post.

Antes de entrar en materia, precisaré que, en mi opinión, para el proceso terapéutico no es imprescindible el uso de categorías o etiquetas diagnósticas, ya que cada persona es un sujeto particular y debe ser acogida y acompañada con sus particularidades. Si me lo permitís, más adelante le dedicaré una publicación específica a este tema. Sin embargo, lo saco a colación porque si para la práctica clínica individual el uso de etiquetas es más que prescindible, más aún lo sería en la vida cotidiana.

Si hemos podido desconectar de la rutina y la cotidianeidad de nuestro día a día a través de una ruptura vacacional, es normal (entendamos por normalidad lo frecuente y probable) que nos lleve unos días, pensamientos y emociones el retornar a nuestra cotidianeidad, y cuanto más grande haya sido el cambio, puede parecer lógico que más tiempo nos lleve la adaptación a la novedad. Y esta transición puede ocupar nuestros pensamientos y afectos recordando el buen tiempo pasado, e incluso sentir emociones de tristeza y añoranza. Lo llamamos adaptación a los cambios. Y en cada persona puede tener un impacto mayor o menor. Personalmente, recuerdo, siendo aún escolar, la ruptura con la vida cotidiana que me suponían los tres meses de vacaciones que teníamos entonces, los vínculos que se reforzaban con las amigas y amigos, no digamos ya en la adolescencia, y la brusquedad de la vuelta al colegio… Pero de ahí, a asignarle a este cambio y su consiguiente adaptación, una categoría diagnóstica de “Depresión” del tan utilizado Manual DSM- 5 de la Asociación Americana de Psiquiatría, ¿no parece un poco desmesurado?

Recordemos brevemente los síntomas, que desde el punto de vista clínico, siguiendo el citado manual, definen una Depresión Mayor (deben tenerse al menos 5 o más de los siguientes, incluyendo necesariamente el 1 ó el 2, durante dos semanas seguidas):
1. Estado de ánimo deprimido la mayor parte del día, casi todos los días, según se desprende de la información subjetiva (p. ej., se siente triste, vacío, sin esperanza) o de la observación por parte de otras personas (p. ej., se le ve lloroso). (Nota: En niños y adolescentes, el estado de ánimo puede ser irritable.)
2. Disminución importante del interés o el placer por todas o casi todas las actividades la mayor parte del día, casi todos los días (como se desprende de la información subjetiva o de la observación).
3. Pérdida importante de peso sin hacer dieta o aumento de peso (p. ej., modificación de más del 5% del peso corporal en un mes) o disminución o aumento del apetito casi todos los días. (Nota: En los niños, considerar el fracaso para el aumento de peso esperado.)
4. Insomnio o hipersomnia casi todos los días.
5. Agitación o retraso psicomotor casi todos los días (observable por parte de otros; no simplemente la sensación subjetiva de inquietud o de enlentecimiento).
6. Fatiga o pérdida de energía casi todos los días.
7. Sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada (que puede ser delirante) casi todos los días (no simplemente el autorreproche o culpa por estar enfermo).
8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o para tomar decisiones, casi todos los días (a partir de la información subjetiva o de la observación por parte de otras personas).
9. Pensamientos de muerte recurrentes (no sólo miedo a morir), ideas suicidas recurrentes sin un plan determinado, intento de suicidio o un plan específico para llevarlo a cabo. “
Y lo más importante, “Los síntomas causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento; y “El episodio no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia o de otra afección médica.”

Entonces, hagamos una pequeña reflexión: si, como nos dicen teóricos del pensamiento como Noam Chomsky, el lenguaje crea pensamiento, mi invitación sería a no utilizar etiquetas diagnósticas para describir nuestros estados de ánimo cotidianos, ya que existe una tendencia actual a patologizar la vida. O, si las usamos como parte del lenguaje en uso, al menos no las interioricemos, no vaya a ser que, sin quererlo sigamos una “Profecía auto-cumplida” ¡y terminemos con un estado de ánimo de manual!

Buen fin de semana,




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