¿Cuántas preguntas podemos
hacernos a lo largo de una hora? ¿Y del día? ¿En una semana, cuántas? ¿Y de una
vida?
En general, la duda nos abre puertas que pueden ayudarnos a ver nuevas
perspectivas, a solucionar problemas, porque al fin y al cabo, dudar no es más que poner en suspensión juicios o
decisiones. La Real Academia de la lengua española de forma más poética define
a la duda como “la suspensión o indeterminación del ánimo”. ¿Pero, cuándo
terminar con la suspensión y continuar el juicio o la decisión? “He aquí la
cuestión, querido Hamlet”, se decía el propio Hamlet a sí mismo.
Algunas personas se deleitan en la reflexión y la duda,
en ocasiones puede producir casi, un placer filosófico el tomarse el tiempo y
la distancia para reflexionar y dudar.
En la mayor parte de las
ocasiones, las consecuencias imprevistas o indeseadas a nuestras decisiones,
nos abocan al replanteamiento y la duda, desde la psicología podemos definir
estas situaciones como crisis. Pero
las crisis es su sentido más estricto son situaciones concretas, puntos de
inflexión que obligan al cambio.
En algunos momentos de nuestra
vida, también, podemos tener las eternas
dudas, lugares comunes y personas que van tomando el hábito o el vicio de dudar
en temas recurrentes, en particular de lo que hacen. ¿Debería quedarme en este
puesto de trabajo o arriesgarme y cambiar? ¿Soy feliz con mi pareja? Pero ¿ESTO
ES REALMENTE LO QUE QUIERO?
Estas situaciones son las que
requieren más tiempo de dilucidar, porque dependiendo de las motivaciones y
definiciones del trabajo, en un momento dado podemos “querer de verdad” cambiar
y en otras conservar. El ámbito de la felicidad es exponencialmente más
complejo, ¿qué es la felicidad? ¿Qué me haría feliz ahora? ¿Y en media hora o
diez años? ¿Soy lo suficientemente feliz de esta manera? Y esto de lo que ahora
solo dudo, ¿será un problema a resolver en el futuro?
Y por último, existen dudas que son patológicas en cuanto al nivel de malestar que generan y la
gravedad con que interfieren en varios ámbitos de nuestra vida (el personal, familiar,
social, laboral o académico,...). Aunque pudieran surgir en un remoto inicio
como bálsamo como calmar inquietudes, a lo largo del tiempo se convierten en un
esquema aprendido que repite continuamente la suspensión, genera más ansiedad
que la que calma, pudiendo acabar en un verdadero trastorno obsesivo, TOC, celotipia,
hipocondría….
En los dos últimos tipos de dudas
descritos, es pertinente acudir a la ayuda de un profesional de la conducta,
como los psicólogos, para que nos acompañen en el proceso de desanudar las
dudas, explicitar las emociones que las anudan y facilitar procesos que nos
hagan más felices, sin duda.
Sandra Iriarte
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